Patrimonio

Colegio Real de la Compañía de Jesús

La Universidad Pontificia de Salamanca está situada en el antiguo Colegio Real de la Compañía de Jesús, cuya primera piedra fue colocada el 12 de noviembre de 1617. Este edificio, uno de los más bellos y grandiosos de la arquitectura barroca, se construyó bajo la magnificencia de los reyes Felipe III (+1621) y Margarita de Austria (+1611), por expreso deseo de ésta, que así lo dejó escrito en su testamento.

En este edificio puede apreciarse la dramática pugna entre la frialdad arquitectónica escurialense y el afán ornamentista, que acabó envolviendo todo lo exterior de la Iglesia, el patio y el Aula Magna en una exuberante decoración barroca.

El primer arquitecto fue Juan Gómez de Mora, a quien se debe el trazado y planos de todo el edificio, respetado con fidelidad por los arquitectos posteriores. Pero el ornato fue acrecentándose progresivamente hasta convertir el edificio, concebido dentro del austero manierismo postherreriano, en una de las más espléndidas manifestaciones del Barroco español y universal. Como el resto de los edificios salmantinos más ilustres, el colegio está construido con piedra de Villamayor, tanto en su estructura externa como interior.

Dentro de un solar de 13.368 metros cuadrados, el edificio ocupa 7.967.Sin embargo, el proyecto de la reina Margarita era más ambicioso, ya que pretendía una edificación de casi 20.000 m2, de tal manera que emulara a un águila con las alas abiertas: la capilla (Clerecía) sería la cabeza, a la derecha, el pabellón de la Calle de la Compañía, un ala; y el otro debería haber sido igual hacia la izquierda, pero la falta de dinero impidió la realización del proyecto original. No obstante, el solar ocupado, en el centro de la ciudad, obligó al allanamiento y derribo de un sector que englobaba dos iglesias, un par de calles y viviendas capaces para 500 vecinos. Por deseo de la reina Margarita, el edificio se erigió en el punto más alto de la ciudad, por lo que desde las torres se puede divisar toda Salamanca.

Además de diseñar los planos, Gómez de Mora dirige las obras durante 27 años. Otros arquitectos que dejaron una huella visible de su trabajo, inspiración y estilo fueron el Hermano Pedro Mato, autor de la cúpula de la iglesia (1650), de la bóveda de la sacristía (1651) y del cuerpo central de la fachada de la iglesia (1687); Andrés García de Quiñones, que completa el patio barroco (1730) con ejemplar fidelidad a los planos anteriores y es autor de la escalera principal de la Universidad (1740) –donde realiza los baldaquinos de telas flotantes que había empleado en el Pabellón Real de la Plaza Mayor de Salamanca–, del Aula Magna (1746), de la balaustrada que corona el segundo cuerpo de la fachada de la iglesia (1750), de la espadaña (1754) –flanqueada por las dos estatuas, de Felipe III y de Margarita de Austria, esculpidas probablemente por Gregorio Carnicero–, y de las torre de la iglesia (1750-1755); Jerónimo García de Quiñones, hijo del anterior, es el autor de la entrada principal de la universidad (1779). Indudablemente, el carácter barroco del edificio es hijo de la fantasía y del buen hacer de Andrés García de Quiñones, quien al mismo tiempo llevaba las obras de la Plaza Mayor de Salamanca. De hecho, García de Quiñones construye en la fachada de la iglesia las dos torres que había proyectado para el Ayuntamiento y que no pudo realizar allí.

Otros arquitectos que dejaron su impronta en la actual Universidad Pontificia fueron Simón Monasterio, Juan Moreno y Alonso Sardiña. En 1721, Joaquín de Churriguera, que entonces levantaba la cúpula de la Catedral Nueva, repara la cúpula de la iglesia de la Clerecía.

La fecha de 1754, inscrita en el reverso de la esfera sobre la que se apoya la estatua de la Asunción de la Virgen que corona la espadaña, indica que en dicho año se remataron las obras.

Breve Historia del Edificio

Los jesuitas ocuparon el edificio por primera vez en 1665, año de consagración de la iglesia, pero el colegio no estuvo finalizado hasta 1760. Carlos III los expulsó el 2 de abril de 1767, por lo que éstos solamente disfrutaron del colegio completo durante siete años.

En 1769 se hizo cargo del culto en la iglesia la institución sacerdotal llamada Real Clerecía de San Marcos. Esto explica que la iglesia sea conocida popularmente por el nombre de Clerecía, aunque los jesuitas han vuelto varias veces a su antiguo colegio y a la iglesia que está dedicada al Espíritu Santo.

Con la expulsión de los jesuitas, el colegio recibió en 1769 un cuádruple destino: Colegio de los Irlandeses, Real Convictorio Carolino (que no llegó a instalarse), Seminario Conciliar y Real Clerecía de San Marcos. La división en zonas dio lugar a reformas interiores y a la construcción de muros de aislamiento.

Entre 1801 y 1812 el Colegio es ocupado por las tropas francesas del General Leclerc y del General Bonnet. Desde 1812 a 1816 se instalan en el Colegio las tropas españolas, que volvieron a ocuparlo en 1847 a las órdenes del General Manuel de la Concha. Estas ocupaciones y la explosión de un polvorín cercano, en 1812, afectaron gravemente a la estructura y también propiciaron el desmantelamiento interior y la desaparición de archivos. El deterioro del Colegio fue tal que a mediados del siglo XIX se pensó en demolerlo y algunas de sus piedras fueron utilizadas en obras de la Plaza Mayor.

Desde 1940 la Universidad Pontificia ha ocupado progresivamente el edificio y lo ha conservado y restaurado.

Iglesia del Espíritu Santo o Clerecía
Responde a la estructura típica de las iglesias jesuitas, simple en la decoración de los muros, sin capillas ni espacios cerrados y sin coro, aunque en este caso se le añadió en 1911. La ausencia de ornamentación en los muros tiene el objeto de fijar la vista y la atención en el altar mayor, en el Santísimo.

En el fondo de la Iglesia , destaca el colosal retablo barroco (1673-1679), presidido por la Venida del Espíritu Santo, en el centro. Encima está representada la Virgen con San Ignacio de Loyola.

Las tallas –Evangelistas y Padres de la Iglesia Latina- son de Juan Rodríguez, discípulo de Gregorio Fernández, y de Juan Petí. La grandiosidad del retablo, reforzado por los profundos claroscuros de las columnas salomónicas, situadas en el doble plano, y su colorido anudan un espacio único en la iglesia, dejando en segundo lugar el resto de las capillas, cuyos retablos son también merecedores de atención.

Los retablos de la Visitación y de Santiago, en las últimas capillas de la iglesia, son obra de Andrés García de Quiñones y su admirable estofado es debido a la gran sabiduría artesana de Manuel Sánchez.

Llama la atención la enorme cúpula del crucero. Prevista por Gómez de Mora, Rodríguez G. de Ceballos sostiene que es creación personal de Pedro Mato, quien realizó una obra desproporcionada con relación al resto de la iglesia. El peso de la construcción y las características de la piedra de Villamayor han provocado serios problemas y las consiguientes intervenciones.

El Patio Barroco o Claustro de los Estudios
Comenzado por Juan de Setién Güemes, es obra principalmente de Andrés García de Quiñones, que lo finaliza en 1730, con participación también de Joaquín de Churriguera.

Las columnas imitan a las de la fachada de la iglesia. La situación de los arcos del piso bajo, arrancando a la altura de las basas de las grandes columnas, encuentra su precedente en el renacimiento italiano.

Los poderosos fustes de las pilastras sostienen una pequeña galería desproporcionada con la robustez y fuerza de éstas, por lo que la visión arquitectural de sostén y apoyo se transforma en visión escultórica del patio.

El claustro se organiza mediante columnas de orden compuesto gigantes que abarcan los dos pisos. El piso superior se concebía originariamente abierto y fue cerrado en 1733, “aunque fuera perdiendo algo de la hermosura, pues debía prevalecer la comodidad de los sujetos”, evitando así el frío y el calor, según expresaba el propio responsable del colegio. El cerramiento consta de una pared traslúcida, provista de un balcón sobremontado por una claraboya oval, que otorga una gran luminosidad al interior.

Aula Magna o Aula General de Teología
El Aula General de Teología (hoy Aula Magna) estaba destinado a las disputas públicas y solemnes sobre Teología y fue inaugurado el 12 de febrero de 1746.

Obra de Andrés García de Quiñones, es aquí donde los estucos y yeserías alcanzan mayor originalidad y riqueza. Se trata de una crujía estrecha y alargada. Sus cuatro tramos se cubren con bóveda de cañón rebajado.

Una alegoría de la Sesión V del Concilio de Trento, en el momento en el que el Padre Laínez dirige un discurso a los padres conciliares, preside el Aula Magna. Está firmado por Juan Ruiz Soriano Tobar en 1746. Representa el momento en que jesuitas y dominicos discutían sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen, que defendían los primeros, y cuyo dogma se declaró en 1854.

A los pies del Aula, la pléyade de sabios jesuitas, patroneados por un San Ignacio de Loyola celeste. Es una alegoría de la Compañía de Jesús como madre de las Ciencias Sagradas, pero también como doctores en el resto de enseñanzas. Enviados por San Ignacio de Loyola a evangelizar el mundo, se sientan a ambos lados de una doncella, que representa la Sabiduría, doctos teólogos, exegetas, moralistas, canonistas, pero también humanistas, matemáticos y astrónomos.

Sobre el púlpito, Santo Tomás de Aquino, dotado de alas, que recuerdan su título de Doctor Angélico, ve sostenido su birrete doctoral por dos ángeles. Frente a él, San Luis Gonzaga también ha sido dotado de alas angélicas.

En la bóveda están representados los cuatro doctores de la Iglesia Occidental: San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio y San Ambrosio (por orden desde la entrada).

Más que las pinturas en sí mismas, interesa el efecto de conjunto de las yeserías con la pintura. Se trata, por tanto, de una arquitectura adornada.

El zócalo está ocupado por una sillería con dos pisos de asientos destinados a los profesores y a los doctores de otros centros universitarios de la ciudad invitados a asistir a las conclusiones solemnes de Teología. Dicha sillería de madera, de dibujo muy simple, resulta casi austera en comparación con la lujuriante ornamentación de la bóveda. La madera, en cambio, proporcionaba cierto calor para las horas de discusión.

El Aula Magna es un magnífico marco, donde se celebran los actos institucionales más destacados, como la inauguración del curso o las ceremonias de investidura como doctor honoris causa.

Aula Minor
Antigua sacristía de la iglesia de la Clerecía. Dentro de una hornacina primorosamente trabajada por Andrés García de Quiñones, podemos contemplar una espléndida escultura de Carmona, que representa a Jesús Flagelado.

La Escalera de Honor o Escalera Noble
Terminada en 1740, es obra de García de Quiñones, quien se inspiró en la escalera del convento dominico de San Esteban (1553). Como en ella, las rampas colgantes se apoyan sobre arcos rebajados cuyo intradós está decorado en cada tramo por tarjetas con alegorías simbólicas.

De orden toscano, se considera una “nostalgia del Renacimiento” en su versión plateresca. Lo más interesante, no obstante, son las yeserías y estucos de la bóveda. Una inscripción debajo de la cornisa reza de la siguiente manera: ESTE COLEGIO SE FUNDO AÑO 1614. FUERON SUS FUNDADORES CON REAL MAGNIFICIENCIA LOS CATHOLICOS REYES D. PHELIPE TERCERO Y Dª MARGARITA DE AUSTRIA.

El techo de la escalera se decora con estucos y los escudos de armas reales y de Margarita de Austria. Es evidente que exalta a los protectores del Colegio, la Virgen y los monarcas.

En las paredes se pueden observar ahora los vítores que recuerdan a los obispos que han estudiado en la Universidad Pontificia, emulando las antiguas pinturas realizadas en sangre de toro (mezcla de arcilla, aceite y pimentón) en la fachada de la Universidad para celebrar el doctorado de los alumnos.

El Claustro de la Comunidad. Biblioteca
Es de planta rectangular y se organiza en un solo piso mediante un orden toscano con pilastras adosadas en los muros perimetrales. De dimensiones más pequeñas que el Claustro de los Estudios, el de la Comunidad está construido íntegramente en piedra, su organización mural es muy cuidada, heredera de los claustros y patios de El Escorial. Actualmente alberga la Biblioteca General de la Universidad, tras las obras llevadas a cabo por el arquitecto Emilio Sánchez Gil, que ha combinado con gran maestría la herencia artística del barroco con las más modernas infraestructuras y tecnologías del siglo XXI.

La Puerta Principal
Es obra de Jerónimo García de Quiñones, hijo de Andrés, que la construyó en abierta oposición a toda la fachada del Colegio, e incluso a la de la Iglesia , empleando el orden compuesto en el primer piso y el jónico en los estípites del piso superior, órdenes ausentes en la fachada.

El orden compuesto del primer piso enlaza, en cambio, con el Claustro de los Estudios y las torres, así como con los retablos de la iglesia, con formas pulsantes que rompen con la rigidez de los dinteles, y todo ello ampliamente recubierto de decoración menuda.

La puerta principal fue terminada en 1779.

Vita Ignatii
La planta principal del Claustro está decorado con la serie iconográfica Vita Ignatii, veintiocho lienzos encargados por la Compañía de Jesús al pintor napolitano Sebastiano Conca (1679-1764). Pintados entre 1749 y 1753, los lienzos narran la vida de San Ignacio de Loyola desde la batalla de Pamplona hasta su muerte.

Se trata del único programa iconográfico completo de la vida del fundador de la Compañía y está inspirado en textos de Ribadeneira, dibujos de Rubens y grabados de Barbé.

Tras una larga estancia en la galería alta del colegio, en 2005 regresaron a su ubicación originaria, en la primera planta del claustro.